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Islandia, paraíso onírico

20 de mayo del 2021. Son las 11 a. m. en Nueva Jersey (Estados Unidos), el día está soleado y todo se desarrolla según lo planifiqué hace unos días. Me encuentro en el bus, con dirección a la ciudad de Nueva York. Me siento extraño sentado en el vehículo, al ser el único que porta una maleta de mano, una mochila pequeña y un abrigo entre mis manos.

Previa llegada a Manhattan, el centro económico y social de la ciudad de Nueva York, tomo el subway (subterráneo) hacia el Aeropuerto Internacional John F. Kennedy (JFK), mi destino final dentro de Estados Unidos, antes de abordar el avión con rumbo a Islandia.

Ha pasado poco más de un año desde que la pandemia viene afectando a todos los países del mundo, aunque a algunos más que a otros. En todo este tiempo hubo varios cierres de negocios, aislamiento social, entre otras situaciones. El turismo, sin duda, ha sido una de las actividades que se ha venido a pique y, prácticamente, se puede decir que ahora desarrollarlo es un lujo, en algunos casos, y en otras ocasiones, negligencia, dependiendo del país en donde nos encontremos.

Con todo esto, y con mi situación de haber sido vacunado contra la COVID-19, puedo realizar este viaje a Islandia que siempre he deseado y que, en un momento de mi vida no imagine que lo lograría, sobre todo, en tiempos tan difíciles como los actuales. Es así como logro ir a uno de los países que quizás para muchas personas no es un destino muy llamativo para hacer turismo o pasar vacaciones. En mi entorno social, es común que mis amistades viajen a países cálidos, con playas exóticas en donde la diversión y los cuerpos bronceados son visiones de diversión y relajación.

Islandia Infopangea Julio Eduardo Herrera
En Islandia hay alrededor de 400 glaciares, los cuales cubren más del 10 % del territorio de este país europeo. / Fuente: Julio Eduardo Herrera.
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El Gran Geyser está situado en el valle de Haukadalur, que forma parte del famoso Círculo Dorado. / Fuente: Julio Eduardo Herrera.

En esta ocasión, me dirijo a Islandia, la tierra de hielo y fuego. Este país es un paraíso ubicado al sur del círculo polar ártico, al noroeste del Reino Unido y al oriente de Groenlandia. Islandia se encuentra en una zona de contacto entre las placas tectónicas de Euroasia (este) y la Norteamericana (oeste).

En el hemisferio norte del planeta es primavera y los días son cálidos. Hoy es un día muy caliente, por cierto, y lo menciono ya que al país al que me dirijo, según me pude informar, la temperatura promedio en la referida estación del año es de 2 a 12 grados centígrados y hoy está lloviendo en Islandia, según mi aplicativo de celular.

La fábula del hisopo
Son casi las 3 p. m. y llego al Aeropuerto Internacional JFK, luego de aproximadamente dos horas de viaje terrestre en bus, desde Nueva Jersey pasando por la estación de Manhattan y finalizado en el subway, con dirección a la citada terminal aérea, situada en Queens (el distrito más extenso de Nueva York).

En el counter del aeropuerto presento mi documentación y, para mi suerte, todo está correcto, incluyendo mi cartilla de vacunación y el PCR COVID-19, test al cual el agente solo le da una ojeada rápida y, lo más importante, según puedo apreciar, es el código de barras que uno obtiene al registrarse cuando se informa sobre los requisitos para visitar el país. Este código es necesario al momento de ingresar al país, con el cual el viajero autoriza que debe realizarse un nuevo test, y luego esperar hasta que le confirmen que no está infectado.

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Reikiavik: Iglesia de Hallgrímskirkja (rito luterano), con 74,5 metros, es el edificio más alto de Islandia. / Fuente: Julio Eduardo Herrera.
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Reikiavik: Harpa Concert Hall es un centro de conciertos y conferencias. El local fue diseñado por el estudio de arquitectura Henning Larsen. / Fuente: Julio Eduardo Herrera.
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Gullfoss (significa “cascada de oro”) ubicada en el extremo este del Círculo Dorado, es la cascada más célebre de Islandia. / Fuente: Julio Eduardo Herrera.
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Erupción del volcán Fagradalsfjall, situado a unos 30 kilómetros al sur de Reikiavik, capital de Islandia. / Fuente: Julio Eduardo Herrera.

La salida de mi vuelo está programada para las 8 p. m. y la llegada al Aeropuerto Internacional de Keflavik (a unos 50 km al sur de Reikiavik, la capital de Islandia) a las 6 a. m. del día siguiente, luego paso por los controles de aduana, y el traumático test COVID-19 por el que fui sometido en esta terminal aérea islandesa. Nunca en mi vida vi un hisopo tan largo, siendo los cinco segundos más incomodos que se volverían a repetir a mi retorno a los Estados Unidos de América. Mis fosas nasales quizás necesiten terapia después de esta experiencia.

Finalmente, me encuentro en tierras europeas. El cielo se ve parcialmente nublado, aunque hay unas nubes oscuras que se observan en el horizonte y, como lo imagine, si voy a necesitar el abrigo que tanto llamó la atención en mi travesía entre Nueva Jersey y Nueva York.

La tierra del fuego y hielo
Son poco más de las 9 a. m., y con un ligero retraso que superó los 60 minutos, de parte del agente de la agencia en línea que contactamos, para rentar un automóvil durante los días que pasaría en Islandia. En este país se recomienda movilizarse en un vehículo (luego de vivirlo fue la mejor decisión que pude hacer), es bastante cómodo, las rutas son sencillas y, con el uso del GPS, es un “juego de niños” conducirse por Islandia. La ventaja de tener un automóvil es el ahorro y la flexibilidad que ofrece este medio de transporte para movilizarse dentro de la isla, debido a que los destinos son relativamente distantes entre uno y el otro.

El uso de otros medios, como taxis o buses, limita, además, el costo es bastante alto comparado a rentar un auto por los días que uno se encuentra de paseo por este hermoso país. Otra ventaja de alquilar un automóvil es que cuando lo deseo puedo detenerme a admirar los paisajes o, simplemente, descansar en algún momento de la ruta.

El día de mi llegada a Islandia (junto a mi acompañante) noto que hay muchas horas de luz, debido a que por el tiempo la luz del sol está presente entre 20 a 22 horas por día, siendo muy cortas las horas de oscuridad. Situación similar se presenta en el verano de Nueva Jersey, aunque lo que percibo en Islandia fue totalmente una experiencia que no había vivido en los años que resido en Estados Unidos y, sobre todo, para alguien que viene de un país como el Perú, en donde normalmente tenemos un balance entre las horas de luz y penumbra.

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Restos del C-117D de la Armada de los Estados Unidos estrellado en Sólheimasandur (costa sur de Islandia), en 1973. La zona es un destino turístico. / Fuente: Julio Eduardo Herrera.
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Playa negra de Sólheimasandur. La arena negra es común en áreas con alta actividad volcánica. Obtienen su color de los minerales en el volcán, así como de fragmentos de lava. / Fuente: Julio Eduardo Herrera.

Snaeland (tierra de nieve)
Islandia, un país realmente maravilloso, y con variados lugares para visitar y, sobre todo, explorar, es considerado uno de los lugares del mundo más seguros. Esta situación se llega a percibir desde el primer día en que uno pisa la tierra islandesa.

Como fotógrafo me siento atraído por cada paraje que encuentro, lamentablemente estos no pueden ser captados por mi cámara Nikon Z6 II que me acompaña en todo momento, entre el tiempo de ir de un punto a otro enfocado en el volante del vehículo y la premura de asistir a la mayor cantidad de sitios posibles en los días de mi visita a Islandia. Solo me quedan muchos recuerdos que permanecerán grabados en mi memoria como una fotografía única y personal. El lente es mi vista y mi cerebro el disco duro que las registra en cada recorrido de los paisajes que tengo ante mis ojos.

Uno de estos lugares es el Blue Lagoon, una especie de spa de aguas termales, muy bien diseñado, que brinda una experiencia relajante y que atrae por su agradable temperatura inimaginable en un día de invierno, en contraste con el clima que se siente en el ambiente.

No quiero hablar de costos, pero vale la pena cada dólar que gasto por el ingreso, ya que no hay un tiempo límite de estancia y, por eso, disfruto cada instante que estoy sumergido en estas aguas. No tengo idea si esta flexibilidad en el tiempo siempre es así, o quizás en estos días en que el mundo se encuentra “de cabeza” la permanencia en el Blue Lagoon es ilimitada.

Los días siguientes y con el buen descanso que una cama brinda, a diferencia de un cómodo asiento de avión, pero no quita sus diferencias, mi acompañante y yo visitamos diferentes parajes, entre ellos, menciono sus diversas y maravillosas caídas de agua.

En nuestra ruta, aparecen los hermosos caballos islandeses. Había visto estos animales en mi búsqueda en la web, acerca de las atracciones que Islandia brinda a sus visitantes. Curiosamente, la información que leí es que estos caballos aparecerían mientras se recorrían las rutas de la isla.

Estos animales no son muy grandes, se asemejan mucho a un poni y tienen la cualidad de ser bastante dóciles, tanto que parece que posan al momento de hacerles fotos, quizás ya estén acostumbrados a la fama que se les atribuye.

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En Seljalandsfoss, una cascada de más de 60 metros de altura, es posible pasar por detrás de su cortina de agua a través de un sendero. / Fuente: Julio Eduardo Herrera.

Reykjavik
La capital de Islandia es una ciudad muy tranquila, limpia y ordenada. Este lugar no tiene nada que envidiar a las grandes metrópolis que conozco en los Estados Unidos y, sin duda, existen diferencias con mi amada Lima, la gris.

Salir a caminar por esta ciudad, sin la preocupación de que alguien tome lo tuyo, es algo que se puede percibir desde el primer instante. Desde Reykjavik el océano se muestra imponente a la vista; sus calles presentan una arquitectura muy propia de ciudades que se aprecian en los programas de televisión, con casitas y edificios en forma de cabañas, que conservan un estilo moderno y, sobre todo, manteniendo el orden, una belleza homogénea y limpia. El arte es esencial en esta hermosa ciudad y es evidente en sus galerías de arte, cafés bares, museos y espacios públicos abiertos. Algo que me llama mucho la atención es el diseño de las señales de tránsito, con colores muy diferentes a lo que normalmente vemos en la señalética normada como lenguaje universal.

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Reikiavik, capital de Islandia, es una ciudad segura, limpia y muy cerca a la naturaleza. / Fuente: Julio Eduardo Herrera.

Gran Geyser
24 de mayo. Ese día fue muy extraño y todavía no entiendo el por qué. Sucede que, prácticamente, no vi ni un alma transitando en mi visita a los géiser. En primer lugar, encuentro cerradas las tiendas de conveniencia, de las gasolineras, donde se comercializan snacks, café u otros comestibles para el camino. Además, soy el único en la carretera, con rumbo a mi destino turístico, aunque de rato en rato aparece un automóvil con dirección opuesta a mi ruta.

Al llegar a mi destino y ver el restaurante y las oficinas que se ubican al frente del recorrido cerrados, y observar el área de parqueo vacío, llama mi atención. Mi mente empieza a hacerse conjeturas, sobre todo, siendo lunes, día que se inician las jornadas laborales.

Realizo mi pequeño recorrido en busca de los famosos géiser. Dato aparte, el nombre de este peculiar término proviene de cómo se le llama a uno de ellos: “Gran Geyser”.

Para ubicar a este atractivo natural, sigo un pequeño recorrido que me ofrece distintas vistas del paisaje que me rodea, pero todavía no tengo señales del Gran  Geyser. Me encuentro casi al terminar mi ruta y me pregunto si quizás era el inicio y yo hice el tour al revés.

Al final del camino, llego a esta gran fuente termal que lanza al cielo chorros de agua hirviendo, Estas erupciones causan una sensación en mis pies bastante extraña. Siento un ligero movimiento por debajo de mis pies, me parece que se trata del agua que pronto va a bullir debido al calor que proviene del subsuelo. Eso me recuerda que estoy parado sobre un volcán, para ser preciso, todo Islandia es un volcán.

Sin duda, este día es inolvidable y extraño, como un capítulo de una serie de ciencia ficción (“La dimensión desconocida”), porque pienso que se ha evacuado la zona para prevenir una posible erupción volcánica o simplemente, yo y mi acompañante, somos los únicos seres en la tierra. ¡No había nadie en los alrededores durante mi visita a esta zona natural! Sin embargo, y para mi tranquilidad, de pronto, llegan dos automóviles que transportaban a jóvenes. Eso es un alivio para mi mente que empezaba a maquinar cómo escapar de una forma rápida ante un suceso inesperado.

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Njálsgata, calle en el centro de Reikiavik, esta vía comenzó a construirse a principios del siglo XX. / Fuente: Julio Eduardo Herrera.

Fragradalsfjall
Familias enteras, parejas, y grupos de amigos oriundos de Islandia y de otras partes del mundo, son espectadores sentados en la falda de un cerro, viviendo un fenómeno que la naturaleza nos regala. En mi caso, considero que se trata de uno los espectáculos más peligrosos al que he asistido: ver la erupción del volcán Fagradalsfjall cada 15 o 20 minutos, como si supiera que es el artista principal, que no quiere defraudar a su público que se queda admirado por su fuerza imponente y destructiva. Sin importar el viento frío que siento en mi rostro, considero que vale la pena estar cerca del cráter de este conocido volcán. Por suerte, me acompaña las largas horas de luz del día para volver al automóvil, al cual se me ocurrió apodarlo “chipi”, por el logo de cheap car rental que lleva al lado de las puertas traseras.

En mi recorrido de una semana por Islandia, pude ver el avión caído en noviembre de 1973 (Douglas C-117 de la marina de los Estados Unidos que fue obligado a aterrizar por un grave problema mecánico), degusté un par de cervezas artesanales, y tuve el agrado de deleitar mi paladar con una sopa simple de carne que por primera vez probé, es más, sospecho que no era carne de carnero, otro animal que se puede ver con regularidad en este país europeo.

Quizás hay momentos que dejo pasar, para no extender mucho este artículo y dar una idea general de mi visita a Islandia. ¡Lo recomiendo totalmente! Es una experiencia única que se puede recordar siempre, porque es un país en donde se demuestra que se puede convivir con el medio ambiente sin hacerle daño, aprovechando lo que la madre tierra nos brinda, sin tener que abusar ni despreciarla.

Mis imágenes que comparto son una pequeña mirada de lo que pude ver. Es posible que la ausencia del color no demuestre los detalles. Mi idea de mostrar las fotografías en blanco y negro es mi visión de cómo me sentí estando allí, un sueño que para cualquier persona podría tener color, pero la realidad es que nuestra mente lo genera en grises. Este viaje fue eso, un sueño real que para los fotógrafos que aman la naturaleza es un requisito fundamental visitar y, sobre todo, fotografiar.

Infopangea Julio Eduardo Herrera Islandia
El poni islandés vive en estado semisalvaje y es un animal utilizado para la carga y para la monta. / Fuente: Julio Eduardo Herrera.
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One thought on “Islandia, paraíso onírico

  1. Reply
    Rosario Herrera
    10 de agosto de 2021 at 12:52

    Quizá mucha gente busque como destino lugares paradisiacos para vacacionar, pero en mi caso me considero de ese grupo de personas que busca lugares como el que se describe en este artículo acerca de Islandia, me gusto la nota y quizá pronto pueda cumplir también mi sueño de conocerlo.

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