Todos los bautizados, dentro de nuestras posibilidades, estamos llamados a ser misioneros. Todos podemos sumarnos a esta labor de anunciar a Jesucristo hasta los confines de la tierra.
Este llamado de Dios se produjo en Teresita Castillo de Diego, una niña de 10 años que fue nombrada misionera de la Iglesia católica, a través de un documento expedido el 11 de febrero del año en curso, por Ángel Camino Lamela, Vicario Episcopal de la Vicaría VIII de la Archidiócesis de Madrid (España).
Aunque el apostolado misionero de Teresita duró poco tiempo (ella falleció el domingo 7 de marzo último, víctima de un tumor en la cabeza), su historia, su testimonio de fe y de amor a la Iglesia católica ha impactado positivamente en el mundo católico.
Vida espiritual profunda
Teresita fue hija única, de nacionalidad rusa y adoptada en Siberia. Ella llegó a España cuando tenía tres años, luego de ser adoptada por sus padres Eduardo y Teresa.
Según la madre de Teresita, su hija se caracterizó por “su vida espiritual profunda y fuerte” y “quería jugar y estar con niños”.
“Quiero mucho a Jesús”
La historia de esta niña misionera se hizo conocida a partir de la visita del sacerdote Ángel Camino Lamela al Hospital de La Paz (Madrid) el 11 de febrero último.
Luego de oficiar la misa en este nosocomio, los capellanes de la Paz le propusieron visitar a Teresita, quien tenía programada al día siguiente una operación para extirpar un tumor en la cabeza.
En la unidad de cuidados intensivos el padre Ángel conoció a la niña, quien le preguntó a su interlocutor: “Me traes a Jesús, ¿verdad?”, y luego agregó: “¿Sabes una cosa? Yo quiero mucho a Jesús”.
Minutos después Teresita manifestó: “Yo quiero ser misionera”. Inmediatamente el presbítero quedó impactado por la respuesta, “totalmente inesperada para mí”, y dijo “Teresita, yo te constituyo ahora mismo misionera de la iglesia, y esta tarde te traeré el documento que lo acredita y la cruz misionera”.
El padre Ángel cumplió con su promesa entregándole a la menor su oficio de misionera y la cruz que identifica a todo católico que asume este llamado de Dios.
“Como una crucificada”
En sus últimas semanas de vida, Teresita “era como una crucificada”, aseguró la madre, sensación que se pronunciaba cuando la pequeña misionera pasaba por momentos de sufrimiento debido a su mal: “Lo estoy ofreciendo por la gente; por ejemplo, por alguien que esté malito, por los sacerdotes”.
Pero, al mismo tiempo, su afán por ser misionera aumentaba. “Quiero ser misionera”, “quiero vivir por Jesús”, expresaba.
Con información de ACI Prensa, Infomadrid y Religión Confidencial.