Ser entrenador general de un equipo en cualquier deporte, en sí mismo, es una actividad de alto riesgo, debido a que, como dice el refrán o parafraseándolo, «es más fácil botar a uno que a una plantilla entera».
Como sabemos, en los deportes modernos de conjunto es más importante el resultado, que creer en un proyecto a largo plazo, porque la exigencia a la que se somete actualmente a todos los involucrados premia más, erróneamente, a creer que es un fracaso, si no se obtienen resultados de manera inmediata. Por este motivo, técnicos y entrenadores van y vienen, como si se tratase de quien se cambia un par de calcetines usados.
Se han conocido casos en que un entrenador renunció pocos días después de asumir el mando, debido a no sentirse capacitado para lidiar con todo lo que envolvía al equipo del cual fue entrenador de manera tan efímera, porque vio que su proyecto no iba a ser tomado en cuenta, ya que querían que ganara hasta en los entrenamientos; u otro en el que, por hacer declaraciones en una rueda de prensa, reconoció que era inferior en el campo frente a su rival de la próxima jornada, y fue cesanteado un día después de haber expresado esa opinión.
Estos casos se acentúan en nuestros países donde un entrenador puede durar solo semanas después de asumir el cargo, eso porque no se confía en el proyecto a largo plazo, que al final puede resultar más eficaz que solamente confiar nada más en el resultado.
La otra cara de una misma moneda
A veces, estar muchos años sin ganar nada te hace creer en un proyecto o tener otra perspectiva, eso debido a que los dirigentes o los encargados de manejar los hilos del equipo, saben que no tienen nada que perder, si algo llegase a salir mal y, por eso, apuestan por alguien o por algo que les de un indicio, por más pequeño que sea, de salir del bache en el que se han encontrado durante tanto tiempo, pero en ocasiones, los mismos que creyeron en el proyecto, al final terminan adoptando las mismas políticas resultadistas de los demás.

Hubo un caso en un equipo de beisbol venezolano que duró casi 30 años sin ganar ningún torneo en el campeonato local, entonces los nuevos dirigentes que lograron hacerse del equipo, adoptaron un proyecto, creyendo en jugadores jóvenes y un manager de mano dura que los ayudase a conseguir los éxitos de antaño.
Este equipo logró renacer de sus cenizas, alcanzando volver a la gloria, ganando seis finales en nueve temporadas. Este proyecto duró 12 años, pero al final terminó sucumbiendo como todos lo hacen, por los malos resultados que se obtuvieron en un corto espacio de tiempo.
En los deportes modernos de conjunto es más importante el resultado, que creer en un proyecto a largo plazo.
¿Se debió continuar ese proyecto luego de dos años de malos resultados? Esa es una pregunta válida que cabe hacerse, quizás si se pudo mantener, pero, a lo mejor, las presiones, el cansancio entre las partes o la inmediatez por obtener buenos resultados nuevamente, es lo que termina acabando con un proyecto que ha sido ganador durante tanto tiempo. Eso nunca se sabrá a ciencia cierta.
¿De quién es la culpa?
Esta es una pregunta que cabe hacerse en el mundo de los deportes de conjunto, debido a que no siempre son los mismos culpables, sino que ciertos factores pueden determinar el grado de responsabilidad de los involucrados. Por eso, se necesita de una profunda reflexión o autocrítica para saber en qué puntos específicos se está fallando, y así reconocer y encontrar una solución a una problemática específica.
Para que un proyecto no sea al final resultadista, también se necesita creer en lo que se tiene, o si se necesita una pieza, buscarla y hacerla parte de tu proyecto porque no vale no darle las herramientas necesarias a una persona y a otro si dárselas, porque entonces no estarías apostando realmente a generar un cambio, sino que le estarías poniendo “pañitos calientes” a una situación. Por eso, si vas a apostar por un proyecto, hazlo realmente y dótalo de las herramientas necesarias desde un principio, para que pueda triunfar y así no caer en más de lo mismo.