En una entrega anterior abordamos el delito de hurto, que tiene como núcleo esencial la sustracción del bien (cosa) por parte de quien comete el hecho ilícito.
Hace 24 años, en el siglo XX, el dinero en efectivo era el rey de las operaciones comerciales. Largas filas se tenían que hacer para pagar las cuentas de luz o agua.
En la primera entrega del 2024, quiero abordar un tema general, pero sumamente necesario ponerlo “sobre la mesa”, para poder avanzar como sociedad, esto es la identificación de qué el Derecho penal, cuál es su función y cómo se diferencia de otras ramas del ordenamiento jurídico.
El hurto agravado presupone el desapoderamiento de un bien mueble, es un hurto con algo más, algo que justifica una pena mayor a la que se impondría a quien simplemente hurta algo. En una entrega anterior ya hemos tratado el hurto simple. Ahora trataremos el hurto agravado.
Todos hemos escuchado en algún momento el término “prescripción”. En alguna ocasión, hemos escuchado que “el delito de un personaje público prescribió”, o que tal familiar “adquirió una casa por prescripción”, o que ya no se puede hacer nada “porque ya prescribió”.
A diferencia de una demanda civil o laboral, la denuncia penal no necesita de la firma de un abogado, ni mucho menos de su defensa al momento de su presentación y tramitación. Si se quiere una auténtica democracia, son requisitos indispensables que los ciudadanos sean
El hurto, la sustracción de un bien ajeno, es un delito atávico, un delito por antonomasia. Toda persona puede saber, sin necesidad de ser abogado, que apropiarse de algo ajeno es algo reprochable desde los puntos de vista moral y jurídico.
Todos hemos escuchado alguna vez decir que alguien ha sido estafado o que tal o cual persona es una estafadora. No es necesario ser un jurista para poder identificar en estas palabras un engaño relacionado a temas patrimoniales.
En el lenguaje cotidiano se suele emplear la palabra “chill” para expresar relajación, tranquilidad. Alguien está chill cuando no se hace problemas y prefiere hacer las cosas de un modo calmado. Ese mismo efecto, de optar por algo que no suponga problemas a futuro, aparece y
El rey Midas, cuenta la mitología griega, amaba tanto el oro, que los dioses le concedieron el deseo de transformar en oro todo lo que tocaba. Esto mismo parece pensar la sociedad respecto a los jueces y la verdad.